Cómo tratar a tus subordinados

Reprende a tus subordinados en privado y alábalos en público.
(Leonardo da Vinci)

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No es Holanda. Es Países Bajos.

Habitualmente nos referimos como «Holanda» a ese país europeo. Holanda es, simplemente, el nombre de una de las regiones que conforman los Países Bajos.

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You’re welcome

– You’re welcome.
– Thank you.
– You’re welcome.

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Ante la ley

Hace ya unos cuantos años participé en un proyecto muy intenso, pero no tanto como las mentes de algunos de los miembros del equipo. Allí conocí a Rafa, que me presentó este maravilloso texto de Frank Kafka. Os invito a disfrutarlo.

Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.

-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.

La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:

-Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera.

El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.

Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con frecuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:

-Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.

Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.

-¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.

-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?

El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:

-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.

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¿Por qué la Plaza Roja se llama así?

Todos hemos oído hablar de la impresionante Plaza Roja de Moscú. Y la asociación inmediata que hacemos con su nombre nos lleva al comunismo. Pues no. No tiene relación con el comunismo. Ni tampoco con que el color rojo sea dominante en esa plaza.

Su nombre proviene de la palabra Красная, que en ruso antiguo significa «bonita»… y en ruso actual «roja». Ese adjetivo de «bonita» se lo pusieron, en primer lugar, a la catedral de San Basilio y, posteriormente, a toda la plaza.

Es decir, la Plaza Bonita.

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Tienes razón

Si crees que puedes, o si crees que no puedes, tienes razón.
(Henry Ford)

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No molestar

Nunca molestes a tu enemigo mientras se está equivocando.
(Napoleón Bonaparte)

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Recorrido por unos cuantos acentos del mundo

Esta chica imita admirablemente gran cantidad de acentos, casi todos ellos latinoamericanos. Me admira la -ya conocida- variedad, pero, sobre todo, la rapidez y capacidad de adaptación de esta muchacha. Disfrutadlo.

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El regazo y el destino

El regazo en el que caemos al nacer decide de nuestra felicidad o desgracia. ¡Dichoso el hombre sobre el cual han llovido como celestial rocío los besos de sus padres! Estos besos se filtran por la tierna carne del niño y llegan hasta el corazón y lo reblandecen para siempre. Quien haya tenido padres justos y amorosos jamás odiará en conjunto a la humanidad, porque aquellos seres adorados pertenecen a ella. Por el contrario, si el hado adverso le ha deparado un nido helado, nunca podrá echar de sus huesos el frío.
(Armando Palacio Valdés)

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¿Educamos o domesticamos?

Cuanto más aburrido es un niño, es cuando más, sus padres, al mostrar a su hijo, reciben adulaciones por ser buenos padres. Porque tienen un hijo domesticado como un animalito en sus casas.
(Frank Zappa)

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