A mediados del pasado abril, alumnos del Bachillerato de Artes del instituto María Soliño, de Cangas do Morrazo, decoraron el palco de la música de Moaña con un mural homenaje a las mujeres de la zona. Hace un par de días, el mural amaneció con pintadas. Me he permitido escribir esta carta al autor de esas pintadas.
Quizá, cuando decidiste dejar tu huella sobre el mural del palco de la música de Moaña, no sabías quién era Luz Beloso. Te la voy a presentar: Luz Beloso es una de esas raras y necesarias mezclas de talento, bondad y capacidad de trabajo, una de esos imprescindibles que mencionaba Bretch. Particularmente, me gustaría decirte que si alguna vez necesitas ayuda y ella puede brindártela, lo hará.
Posiblemente tampoco sabías que Luz, junto con sus alumnos de Bachillerato de Arte, está embelleciendo Moaña, transformando en atractivo y multicolor lo que antes era anodino y gris, acercando el arte a las personas y las personas al arte. Y asumo que tampoco sabías que esos alumnos sacrificaron su tiempo libre para hacer más bonito nuestro pueblo.
Debo decirte también que me cuesta mucho entender qué te molestaba de esa obra, de ese bonito homenaje a tu madre, a tus tías, a tus abuelas, a tus bisabuelas. ¿Te molestaba, quizá, la redeira que está arreglando las redes para que los marineros puedan salir a pescar? ¿La pescantina que madruga cada día para que sus hijos y nietos (¿tú?) pudieran asistir a clase sin tener que preocuparse por traer dinero a casa? ¿Te molestaban todas esas generaciones que nos han regalado la vida que tenemos?
No consigo encontrar esa explicación que busco. Voy a terminar esta carta con el sincero consejo de que te desees cosas bonitas. Ojalá se te cumplan. Ojalá nunca más necesites estropear el trabajo de otros. Ojalá, de verdad, la vida te dé oportunidades de compensar esto.
Con cariño para Luz, para sus alumnos, y para todas las mujeres que en el mundo han sido, a las cuales les debemos todo.
Como todos sabéis, Pablo Neruda es el seudónimo de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto. ¿Por qué eligió un seudónimo? ¿Por qué Neruda?
Al parecer, un seudónimo para que su padre -que no quería que se dedicara a escribir- no se enterara. Y eligió Neruda por ser un nombre que encontró en una revista (era también un escritor, checo, pero nuestro protagonista de hoy no sabía la profesión del auténtico Neruda).
Hoy nos encontramos ante un monumento de los que encogen el alma, fundamentalmente por sus descomunales dimensiones.
En lo alto del risco de la Nava se alza este monumento, considerada la mayor cruz existente. Tiene una altura de 150 metros y sus brazos miden 46 metros de uno a otro extremo.
Pero más allá de la esbeltez y altura de la cruz, obra de los arquitectos Pedro Muguruza y Diego Méndez, me gustaría centrar mi atención en las -aparentemente- pequeñas esculturas que están al pie: los cuatro evangelistas (Marcos, Mateo, Lucas y Juan) junto con sus tetramorfos (respectivamente, el león, el hombre, el toro y el águila). Estas esculturas, a cuyo pie se puede llegar tras un bonito paseo, y que nos parecen pequeñas desde la distancia -lo son, en comparación con la cruz- son también descomunales: miden 25 metros de altura (el conjunto de cada evangelista y su tetramorfo). Estas obras de Juan de Ávalos se convierten en gigantes cuando estamos a su lado.
El conjunto del Valle de los Caídos (basílica, monasterio, cruz) fue una obra que el régimen de Franco construyó tras su victoria en la Guerra Civil. Resulta difícil dejar pasar por alto este hecho. Para algunos monumento de reconciliación, para muchos monumento de ensalzamiento, en él reposan los cadáveres de miles de personas (sin autorización de sus familiares, en muchos casos), testigos mudos de una época y de unos hechos que conviene siempre tener presentes para que nunca se vuelvan a repetir.
Se comenzó a construir en 2014, en Turquía, a medio camino entre Estambul y Ankara, en las cercanías del pueblo de Mudurnu. Un proyecto inmobiliario que fracasó y hubo que abandonar.
Lo he conocido gracias a un estupendo hilo en Twitter de @Shine_McShine.
En España hemos tenido un progreso educativo que desconozco si se ha dado en otros lugares: hemos pasados de abuelos analfabetos a nietos con carrera superior. Un progreso increíble que no se puede desligar de la mejora económica, pero, sobre todo, causado por la firme creencia de nuestros padres y abuelos de que el camino para mejorar es la educación.
Y ahí estamos. Pero como confundimos progreso en la vida con riqueza económica, ahora dudamos de si merece la pena la formación universitaria: sin duda, sin lugar a duda, sí merece la pena.
¿Por qué no hay relación directa entre título universitario y «éxito» (entendiendo como tal «éxito económico»? A mi entender, principalmente porque la empresas de este país todavía no están (o no estaban) preparadas para ese progreso educativo. Tengo la percepción de que en los últimos años (y ayudado por la pandemia) está cambiando eso. Y que, desde luego, a nuestros hijos les va a venir de maravilla la formación, cuanto más avanzada, mejor. Y no digamos a la sociedad en su conjunto.
Estamos en Nicaragua -vale, ya sabéis de qué poeta hablo-, en Nueva Segovia -qué bonito nombre-, en la localidad de Metapa -palabra procedente del nombre indígena Metlalpán, que significa algo como sábana de piedra-, y asistimos al nacimiento de Rubén Darío.
La fama universal de este poeta provocó que se cambiara el nombre de su localidad natal, que desde 1920 se conoce como Ciudad Darío.
Y teniendo en cuenta que se han cambiado nombres de localidades para homenajear a personas cuyas contribuciones fueron mucho menos relevantes o, al menos, menos bondadosas, diré que me parece maravilloso que esta ciudad lleve el nombre del poeta.