Contrata a los mejores y déjales que hagan lo que saben; si no, contrata a los más baratos y que hagan lo que tú dices.
(Warren Buffet)
Contrata a los mejores y déjales que hagan lo que saben; si no, contrata a los más baratos y que hagan lo que tú dices.
(Warren Buffet)
¡Qué tiempos aquellos! Supongo que algunos de vosotros recordaréis ese programa: «Mirar un cuadro». Era un programa de TVE que se emitió en dos tandas (1982-1984, febrero-octubre 1988). Cada programa analizaba con detalle una obra de arte. El director de la serie era Alfredo Castellón. En el link inferior podéis disfrutar de los programas, algo más de cien.
El código era sencillo: sin marcan los visitantes, un cohete; si marca la Real, dos cohetes. De ese modo, mientras la Real Sociedad jugó en el viejo y querido estadio de Atocha, se avisaba a los marineros que faenaban, para que así pudieran seguir el desarrollo del partido.
Esta historia, como otras miles, me la contó mi padre.
Gracias, papá. :*
Cuando despertó, su trabajo pendiente todavía estaba allí.
(Visto en Facebook).
El aprendizaje sucede cuando alguien quiere aprender, no cuando alguien quiere enseñar.
(Roger Schank)
Este mapa nos indica los lugares de Europa que tienen la palabra «santo» (en cualquier lengua) en su nombre:
Me parece muy destacable -que no sorprendente- el caso de Galicia. ¿A qué creéis que se debe? Se me ocurren algunas razones: nuestra propia idiosincrasia, la cercanía de Santiago o el menor influjo musulmán (711-1492) con respecto a otras regiones de la península. Por otra parte, esa zona de mayor «santidad» no abarca estrictamente Galicia, sino que también incluye Asturias y desde Lisboa hacia arriba. ¿Qué comentarios tenéis al respecto?
En la fachada principal del edificio del Ayuntamiento de Moaña hay un recordatorio permanente de las víctimas de la violencia machista de este año. Ahora mismo, cuando escribo este post, son 13. Y estamos comenzando Marzo. Por terrible que suene, cuando termine el año ahí habrá un número mayor que 50, con total seguridad.
Muy cerquita del ayuntamiento hay un parque infantil, donde los niños juegan, alegres y ajenos a esa espantosa cifra.
Y me pregunto si ya a esas edades comienza (o ha comenzado) la violencia. Me pregunto si los adultos contribuimos a crearla, inventando diferencias inexistentes. Si continuamos demostrando que esa diferencia existe después, en nuestras casas y el resto de nuestras vidas, cada uno con su rol. Y me respondo que sí, desafortunadamente. No nacemos así de serie.
Y me respondo también que está en nuestras manos la solución, así que podemos y tenemos mucho que hacer.
Para que los hijos de nuestros hijos vean los números de esa cifra siempre a cero.
Ver a una persona leyendo un libro que te gusta es ver a un libro presentándote a una persona.
Toda una filosofía de vida:
Cultivo una rosa blanca
en junio como enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca.
(José Martí)
Hoy, gracias a Laura Mascaró, he conocido este término, dumbing downd, tendencia a entontecer. La cuestión de fondo es si estamos, efectivamente, entonteciendo a nuestros niños, simplificando el lenguaje de los textos que leen o les leemos.
Mi opinión personal -y por lo que nuestra experiencia nos dice- es que a los niños se les puede presentar, perfectamente, cualquier obra maestra tal cual es (hablo de literatura [incluyendo -o sobre todo- poesía], hablo de arte, hablo de música). No es necesario simplificar ni reducir el material que se les presenta. Y creo que es contraproducente hacerlo: por una parte, porque estamos alterando una obra maestra (y no para mejorarla, seguramente); por otra, porque privamos a nuestros niños de aprender nuevas palabras y expresiones; finalmente, porque nos privamos a nosotros mismos de completar con explicaciones aquello que no entiendan o les cueste entender. En el artículo que dio origen a esta conversación (enlazado al final de este post) se cita un ejemplo que me ha parecido especialmente significativo:
Aquella frase («No adoptes ese aire tan solemne») en el libro de Enid Blyton que la propia Nuria leía de pequeña había mutado a una mucho más liviana («No pongas esa cara tan seria») en la nueva versión que ahora leen sus hijas. ¿Por qué? ¿Es que los niños de ahora serían incapaces de entender la original?
Dentro también de mi experiencia personal, quiero recordar al gran Félix Rodríguez de la Fuente, cuyas explicaciones los niños seguíamos absortos, y no eran precisamente sencillas («la memoria genética», «la solana y la umbría», y muchas otras).
¿Qué opináis?