Circula por Internet esta curiosidad, que os copio, tras haber comprobado, completado y ampliado:
Año 1978:
Liverpool, campeón de Europa (venció por 1-0 al Brujas).
Muere el Papa Pablo VI.
Muere el Papa Juan Pablo I.
Año 1981:
Liverpool, campeón de Europa (venció por 1-0 al Real Madrid).
Atentado contra el Papa Juan Pablo II.
Boda real del Príncipe Carlos y Diana.
Año 2005:
Liverpool, campeón de Europa (venció en los penalties [3-3 en el partido] al A.C. Milan).
Muere el Papa Juan Pablo II.
Boda real del Príncipe Carlos y Camila.
Año 2018:
Liverpool, en la final de la Champions (contra el Madrid).
Dentro de unos días se casarán el Príncipe Harry y Markle.
Esperemos que tanto Benedicto XVI como Francisco terminen tranquilamente el año (y que el Madrid quede campeón de Europa)
Así como en otras situaciones polémicas suelo sentir la conveniencia (¿necesidad?) de dar mi opinión, con este terrible asunto de La Manada percibo todo lo contrario. Resumiendo, siento que no tengo nada que aportar al debate. Pero ahora, días después de la sentencia, me parece adecuado dirigirme a los hombres que me leéis (por supuesto, si eres mujer, tu opinión también será más que bienvenida).
Me gustaría saber cómo os sentís, si el desasosiego y tristeza que tengo por dentro son solamente cosa mía, o si es compartido. Si nos hemos dado cuenta por fin de que las historias de acoso/abuso/agresión sobre las mujeres no son casos aislados, sino que son la norma sin excepción.
En concreto, me gustaría saber qué sucedería si me dirijo a ti, hombre, en privado (sin testigos, cámaras ni facebooks de por medio) diciéndote que no fue para tanto, que realmente las protestas de estos días son algo artificial, que las mujeres corren peligro en las calles, pero que nosotros también; diciéndote, en definitiva, que son unas exageradas, que se inventan muchas cosas, que sus reclamaciones son injustas, ¿qué sucedería? ¿Me darías la razón, o rebatirías mi discurso? No lo tengo claro. Y una segunda pregunta: ¿conoces a algún hombre al que le pudieras plantear esos argumentos y por cuya respuesta pondrías la mano en el fuego?
¿Has visto, estás siguiendo la estremecedora campaña #cuentalo en donde mujeres de ayer y de hoy nos cuentan los abusos que han sufrido en su vida, solamente por ser mujeres? Son unos testimonios absolutamente desgarradores y contarlos muestra una valentía infinita. Tengo la certeza de que esto, otra vez, nos lo van a solucionar ellas. Y encima lo van a solucionar sin violencia. ¿Sabéis por qué? Porque ellas sí son capaces de vernos a nosotros como personas. Aunque a veces no lo parezcamos.
Aí vén o maio
de frores cuberto …
Puxéronse á porta
cantándome os nenos;
i os puchos furados
pra min estendendo,
pedíronme crocas
dos meus castiñeiros.
Pasai, rapaciños,
calados e quedos;
que o que é polo de hoxe
que darvos non teño.
Eu sonvos o probe
do pobo gallego:
pra min non hai maio,
pra min sempre é inverno! …
Cando eu me atopare
de donos liberto
i o pan non me quiten
trabucos e préstemos,
e como os do abade
frorezan meus eidos,
chegado habrá entonces
o maio que eu quero …
Queredes castañas
dos meus castiñeiros? …
Cantádeme un maio
sin bruxas nin demos;
un maio sin segas,
usuras nin preitos,
sin quintas, nin portas,
nin foros, nin cregos. Manuel Curros Enríquez
Que por mayo era por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor;
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor;
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día,
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.
Por fin trajo el verde mayo
correhuelas y albahacas
a la entrada de la aldea
y al umbral de las ventanas.
Al verlo venir, se han puesto
cintas de amor las guitarras,
celos de amor las clavijas,
las cuerdas, lazos de rabia;
y relinchan impacientes
por salir de serenata.
En los templados establos,
donde el amor huele a paja,
a honrado estiércol y a leche,
hay un estruendo de vacas
que se enamoran a solas
y a solas rumian y braman…
Campea mayo amoroso,
que el amor ronda majadas,
ronda establos y pastores,
ronda puertas, ronda camas,
ronda mozas en el baile
y en el aire ronda faldas. Miguel Hernández
No diré que suele pasar desapercibida, pero desde luego no alcanza la fama de otros monumentos de París, como Notre-Dame, la Torre Eiffel, el Arco de Triunfo o el Sacré-Coeur, pero aventaja a todos ellos en perfección y belleza. La Sainte Chapelle, esa Capilla Santa destinada a albergar la más preciada de las reliquias (la corona de espinas) es el summum del gótico radiante. Este prodigio de la arquitectura no tiene prácticamente paredes, sino vidrieras que se elevan quince metros hasta los cielos.
Cuando la visitamos, mi esposa Clara -sabedora de mi debilidad por la Sainte Chapelle- me tapó los ojos con sus manos, descubriéndomelos cuando ya estábamos en el interior. No morí de esa sobredosis de belleza, pero estuve cerca, creedme.
De verdad, si visitáis París y solamente podéis admirar un monumento, que sea la Sainte Chapelle.
Gracias, Clara :*
By Koldo Iglesias Pardo [CC BY-SA 4.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)], from Wikimedia Commons
Creo que es una expresión que todos -yo seguro que sí- hemos utilizado o, al menos, hemos pensado: «No empieces». La usamos cuando alguien comienza a darnos una opinión o a comportarse de una forma que nos ha molestado en un pasado: «No empieces».
Pocas frases se me ocurren que sean más anuladoras: es un «no digas lo que piensas», «no des tu opinión», «no actúes de esa manera», «ya lo has hecho (mal) en un pasado, así que no se te ocurra volver a hacerlo». Y es realmente anuladora porque hace que la persona que lo recibe sepa de un golpe que su opinión o su comportamiento no va a ser tenida en cuenta -aunque sea completamente procedente. Plof. De un plumazo, te callo.
Así que al menos por mi parte voy a poner todo para no volver a decirla y, sobre todo, para no volver a pensarla. Para darme cuenta de que si esa persona actúa así es porque lo considera adecuada. Y, al menos, merece ese respeto.
En casa nos gusta tanto la ciencia que, aunque no seamos de límites ni de normas, siempre cumplimos las Leyes de la Termodinámica. No podía ser de otro modo, con tantas y tan buenas científicas en nuestro entorno. Así que cuando recibimos el juego de Science4You de La Ciencia Viscosa nos faltó tiempo para ponernos a disfrutarlo.
Como podéis suponer por el título, este juego se centra en comprender y disfrutar la viscosidad y de las particularidades de ese estado que ni es líquido ni es sólido. La edad recomendada es de ocho años o más, pero teníais que ver qué feliz y qué hábil es Irene pipeteando. Lo han pasado de maravilla los peques, lo hemos pasado de maravilla los papás.
Los experimentos que nos propone este juego son los siguientes (además del procedimiento se incluyen, como siempre en los juegos de esta casa, las explicaciones necesarias -con su correspondiente carga teórica- para que se entienda bien qué está sucediendo):
Disolución de alginato de socio
Disolución de cloruro de calcio
Dilución de la solución de cloruro de calcio
El monstruo que se multiplica
Lombrices de colores
Carbón viscoso
Masa loca
Plastilina casera
Y como suele ser habitual, se incluyen descuentos para diferentes museos, parques y actividades relacionadas con la ciencia.
Hemos decidido sortear, en Facebook, un ejemplar de La Ciencia Viscosa (¡gracias, Science4you!) entre nuestros seguidores en Facebook que cumplan las siguientes condiciones:
Hace unos días leí un texto con muy buenos consejos pero que, en uno de sus apartados, utiliza la expresión «castigo o consecuencia», como si simplemente fueran dos formas de llamar al mismo concepto. Voy a intentar explicar la diferencia, de forma que no haya dudas.
La pregunta clave es: una vez realizada la acción «punible», ¿se puede evitar ese castigo/consecuencia [y seguir ayudando a que no se repita la acción]? ¿Sí? Entonces es un castigo. ¿No? Entonces es una consecuencia. Os lo dejo -y me lo dejo- como ejercicio. También os invito a comentar, a proponer nuevas situaciones, y a sugerir cómo resolver esas situaciones sin castigar.
Si no te comes todo, no vas al cine.
Si tardas en terminar las tareas, no te dará tiempo a ir al cine y no podrás ir.
Si le pegas a tus compañeros, te quedarás sin recreo.
Si le pegas a tus compañeros, no podrás jugar con ellos, porque les harás daño.