En la recomendabilísima cuenta de Twitter de la historiadora del arte @victoriamolcc se nos propuso hace unos días la elección -imposible elección- entre cuatro Cristos Crucificados:
Obra de MengsObra de El GrecoObra de GoyaObra de Velázquez
¿Qué opción preferís? Elijáis la que elijáis, os invito a seguir a la creadora de la propuesta.
Ina Robles es un bombero que está haciendo una labor pedagógica maravillosa en Twitter y que os animo a seguir. Hace unos días no enseñó la importancia de, en caso de incendio, no dejar las puertas abiertas. Hoy, por desgracia, ha tenido que repetirlo.
El mensaje es tremendamente sencillo: cerremos la puerta al fuego, cerremos todas las puertas posibles entre el incendio y nosotros.
Si hay un incendio en la cocina y no se puede apagar (las posibilidades de apagarlo, por lo que leo, son reales cuando el fuego es muy pequeño, y podría hacerse con una manta apagafuegos o con un extintor), salgamos de la cocina, cerremos su puerta. Y -si no podemos salir de casa- salgamos a una ventana o balcón para pedir ayuda. Eso sí, dejando todas las puertas cerradas a nuestro paso. Eso le dará unos minutos de oro a los bomberos, y en esos minutos puede estar la diferencia entre la vida o la muerte.
Hace un par de días recibimos, de nuestros admirados amigos de Principia, este juego de cartas, Historia de la Ciencia Española.
Es un juego estéticamente precioso, en el que cada carta tiene por una de sus caras un personaje y un evento relacionado con el personaje; por la otra cara, además de eso, tiene la fecha del evento.
Comenzamos el juego repartiendo cuatro cartas a cada jugador (pero sin poder ver la cara en la que está la fecha). Del mazo de cartas restantes, sacamos una carta y la ponemos en la mesa, mostrando personaje, evento… y fecha.
Cada jugador debe, por turnos, colocar una de sus cartas en la línea de tiempo que se va formando. Si la ubicamos correctamente, nos hemos deshecho de ella y nos queda una carta menos. Si nos confundimos… debemos tomar una nueva carta del mazo.
La única pega que le hemos encontrado… es que cumple su objetivo: conseguir que sepamos ubicar correctamente los principales eventos de la ciencia en España (y el que antes lo aprende -mención especial aquí para mi querida hija Irene- cuenta con una gran ventaja sobre los demás).
Si os interesa la ciencia os recomiendo encarecidamente este juego. Y termino con una pequeña anécdota: cuando estaba a medias de escribir este post, lo dejé porque Irene me reclamó… para echar una nueva partida.
Hoy os invito a acercaros a un paraje espectacular en la provincia de Pontevedra. El río Barosa desciende formando una preciosa cascada, y ese descenso alimenta a casi veinte molinos (de agua, como podéis suponer).
Un admirable ejemplo de integración de paisaje y construcciones hechas por el hombre, una forma maravillosamente optimizada de utilizar (y reutilizar muchas veces) ese agua que hace girar las muelas de los molinos, convirtiendo en harina ese maíz -normalmente era o es maíz lo que se cultiva en Galicia, un cereal que se adaptó a la perfección estas tierras.
Un lugar tremendamente recomendable si estáis por esta zona. Además de la belleza del lugar, podéis disfrutar del restaurante ubicado en uno de los molinos. Si preferís llevar vuestro picnic, hay mesas a vuestra disposición.
De Juan Mejuto – originally posted to Flickr as Barro-Rio Barosa36, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=9085499
Lord Byron, poeta romántico (y, para los aficionados a la informática, padre de Ada Byron), sufría una pequeña cojera. En una fiesta de la alta sociedad se encontró con la Duquesa de Devonshire, Georgiana Cavendish, persona muy activa en esos ambientes de lujos y de relaciones sociales de conveniencia. La Duquesa tenía algún problema relacionado con la vista: era bizca o tuerta, según quién nos lo cuente.
Bizca o tuerta, pero de lengua afilada. Y amiga de hacer broma o daño con la misma.
– ¿Cómo andáis, Lord Byron? – Pues como veis: mal.
replica by Thomas Phillips, oil on canvas, circa 1835 (1813)
El filósofo austriaco Karl Popper planteó la paradoja de la tolerancia, que esgrime el argumento de que una sociedad completamente tolerante daría cabida a la intolerancia y, por lo tanto, su tolerancia será aniquilada.
Argumenta también Popper que esto no significa que no puedan darse ideas intolerantes, siempre y cuando haya un ambiente que permita el debate y la derrota de esa idea mediante la argumentación y el diálogo.
Hace unos días César Dorado (@CDorado75) subió a mi querida red de Twitter esta imagen con diferentes tipos de arcos, tomada del «Diccionario visual de términos arquitectónicos», que me pareció tremendamente útil.
Muchas gracias, César, por compartirnos esta y muchas otras píldoras de conocimiento.
En las muchísimas notas manuscritas del genio que por suerte se conservan nos encontramos una ventana hacia sus preocupaciones y prioridades.
Junto con cálculos, diagramas y bocetos nos encontramos con sus listas de cosas por hacer. A ver qué os parece:
Calcular la extensión de Milán y afueras.
Adquirir el suficiente conocimiento aritmético para calcular la cuadratura de un triángulo.
Consultar cómo se construyó la torre de Ferrara.
Visitar los sábados los baños públicos para observar hombres desnudos.
Aprender a calcular las dimensiones del sol.
Estudiar cómo es la lengua de un pájaro carpintero.
Inflar los pulmones de un cerdo y comprobar si aumentan en longitud y anchura o solamente en anchura.
Me admira esa diversidad y esas ganas de aprender de todo. Creo que ahí, exactamente ahí, en esa curiosidad absolutamente insaciable está su principal virtud. Y creo que sería fabuloso que la copiáramos.