Lenin, las derechas y las izquierdas

Vladímir Ilich Uliánov, también conocido con Lenin, fue el líder bolchevique y figura destacada en la Revolución de Octubre.

Tras su muerte (obviamente) le extrajeron el cerebro para analizarlo. Solamente pudieron utilizar el hemisferio derecho; el izquierdo estaba destrozado.

Hablamos de esto en la Primera Época de El Cartapacio.

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El conocimiento

Daría todo lo que sé por la mitad de lo que ignoro.
(René Descartes)

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¿Qué es una victoria pírrica?

El rey Pirro de Epiro venció en dos ocasiones a la República Romana, pero fueron dos victorias con un coste demasiado alto, de modo que acabó siendo derrotado en la siguiente batalla.

Una victoria pírrica es, pues, una victoria que no sirve para nada (o también una victoria conseguida a cambio de un gran sacrificio).

En ocasiones se usa la expresión para referirse a victorias mínimas (en fútbol, por ejemplo), pero no es el uso correcto. O, mejor, no lo era, porque la RAE acepta ese uso. Siguiendo en el ambiente futbolero, una victoria pírrica sería una que no cambia nuestra clasificación (por ejemplo, ganar en la última jornada, cuando ya no puedes mejorar tu posición).

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De cara a la pared, versión 2.0

Desde que Dani se escolarizó, hemos tenido una buena colección de diálogos (con muy buena actitud por ambas partes, debo decir) con el colegio, buscando evitar el uso de premios y castigos para educar, ya que creemos que las personas no debemos hacer las cosas solamente por conseguir un premio o por evitar un castigo, y utilizar esos métodos nos alejan de una buena educación.

¿Sabéis qué podemos conseguir si utilizamos premios y castigos para educar? Pues que ese niño, cuando sea adulto, sea capaz de mentir a su compañía telefónica por conseguir un teléfono móvil; o que sea capaz de defraudar a Hacienda (de robarnos a todos, siendo claros) para conseguir el premio de una declaración ventajosa; o que sea capaz de poner en riesgo su vida o la de los demás haciendo cualquier cosa que le reporte un beneficio económico; y, lo más triste, que la única forma que deje de hacer eso sea amenazar con un castigo.

Por supuesto, no solamente considero castigo el castigo físico, sino el castigo verbal, o enviar al niño al «rincón de pensar» (del cual deberemos hablar en otro post), o cualquier otra actitud que no sea respetuosa con el niño.

Pues bien, con esa base, cuando me enteré de la existencia de la aplicación DojoClass, como os imaginaréis, estuve muy en desacuerdo. DojoClass es una aplicación que premia a los alumnos y notifica a los padres de los éxitos de sus hijos. Desde luego, no es lo más grave de la historia, pero no debería utilizarse si nuestro verdadero objetivo es educar, entre otras cosas porque a lo mejor el profesor que emplea DojoClass considera que un niño que ha estado sentado y callado se ha portado bien y merece un premio; en cambio, el que ha estado moviéndose se ha portado mal (¡y quizá es el único que se ha comportado como un niño!).

Os dejo para el final el estremecedor tagline de este producto:
Software de Control del comportamiento

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El árbol de la música

Había en Soria un olmo en el cual se ubicó un palco para los músicos. Allí subían los músicos, con uniformes, instrumentos y partituras. Y allí, entre las ramas, hacían disfrutar a los sorianos en sus días de fiesta. Por desgracia, el olmo centenario, plantado junto a unos 150 hermanos en 1611, sufrió una enfermedad (grafiosis) y, en 1988, hubo de ser talado. Pero para siempre quedará el recuerdo de esas notas que surgían entre las hojas de un olmo centenario.

En Soria había un árbol. O mejor, en la Dehesa de Soria había un árbol muy viejo, lleno de nudos y de cuya corteza salía una resina densa, imposible de quitar de los trajes de los domingos. Olía a campo, a sol del mediodía, a corte de vainilla del quiosco de al lado, a pradera y a la arena del camino por el que sobresalían sus raíces que se enredaban en las piernas de los ninos que, a menudo, iban a caer a sus pies. Tenia un tronco ancho, que se bifurcaba en tres ramas poderosas, capaces de convertirse en miles de hojas que dejaban pasar la luz como el colador deja pasar el agua. Esos puntos de luz se movían al compás de su música porque ese árbol era capaz de sacar, directamente de su copa, música. Lo descubrí de pequeña y, todavía, recuerdo el asombro que me causó. Levanté la vista y arriba, muy arriba, había muchos señores sentados, de uniforme y muy serios, tocando algo que olvidé. Me quedé hipnotizada, mirando lo que, por aquel entonces, me pareció un milagro. Estaban todos sentados entre el verde, con las partituras pegadas a los instrumentos. El director de la orquesta, igual que el Barón Rampante de Calvino, permanecía de pie y su cabeza quedaba escondida entre el follaje. Por eso decidi que yo también quería ser como él y que, algún día, me subiría a ese árbol para convertirlo en música. Nunca lo hice pero, desde aquel descubrimiento infantil, cuando escucho música clásica miro hacia arriba, porque es en lo alto, entre las nubes, donde me parece que reside.

(Fernando Sánchez Dragó, El Mundo)

Árbol de la música (de venerablesarboles.com)

Este post va para Mario, que me presentó ese árbol, y para Clara, a la que seguro le encantaría subirse al árbol para dar un concierto.

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Fútbol de playa

Allá por los años 50-60 del siglo pasado, la actividad futbolística en las playas de Moaña era muy intensa. Junto con otros muchos chavales, mi padre realizaba diabluras en aquella arena.

En aquellos tiempos se disputaba, en la zona, la Copa Comarcal. Y nos tocó contra el Turista de Vigo, un auténtico gallito y, desde luego, muy superior a nuestro equipo.

En la ida ya quedó claro quién era el grande. Por si fuera poco, nuestros jugadores no estaban preparados para jugar en un campo que no fuera de arena. Pese al esfuerzo e ilusión, volvimos de Vigo con la eliminatoria sentenciada: 5-0.

Pero llegó la vuelta, a jugar en el campo da Xunqueira (sí, en la playa; sí, de arena). Y, queridos amigos, les metimos siete, y pasamos a la siguiente ronda.

En esa siguiente ronda nos tocó contra otro equipazo de la comarca, el Silva, entrenado por el exceltista Yayo. Esta vez no nos dejaron jugar en nuestro campo de arena, porque decidieron que no era apto para jugar al fútbol. Hubo que ir al campo de Massó, en Cangas. Y quedamos eliminados. Pero para la historia queda la increíble remontada ante el Turista.

Le debo esta historia a tu abuelo, Rebe. Gracias!

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Kenia, capital: Segovia

Es muy difícil que cualquier película se libre de tener cochinillos gazapos. Pero el que hoy comento me resulta particularmente gracioso.

En la película «El Exorcista: El Comienzo» podemos ver una vista panorámica de lo que pretende ser Nairobi.

Como dice nuestra amiga Belén: «y el hospital, ¿cuál es? ¿La catedral?»

Nairobi, es decir, Segovia :)

Me hago dos preguntas aquí: la primera es qué llevó al director a elegir esa imagen para representar a Nairobi. La segunda es si ese gazapo pasaría desapercibido a quien no conozca el perfil de Segovia.

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¡Te encontré!

Cuando la conoció, se dio cuenta de que llevaba toda la vida echándola de menos.

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El experimento de Milgram

El psicólogo investigador Stanley Milgram, de la Universidad de Yale, quiso realizar un estudio sobre la obediencia. Puso un anuncio buscando voluntarios (sin explicar que quería estudiar la obediencia, sino indicando que era una experimento sobre memoria y aprendizaje). Cada uno de esos voluntarios recibía el papel de «maestro» de un alumno, cómplice de Milgram. El maestro debía realizar preguntas y, con cada fallo, aplicar una descarga eléctrica al alumno. Las descargas variaban desde los 15 voltios (primer fallo) hasta los 450 voltios (trigésimo fallo). Inicialmente se aplicaba a ambos una descarga de 45 voltios, para que tuvieran una aproximación al dolor que iba a sufrir el alumno.

El alumno, cómplice como hemos dicho, no recibía realmente las descargas, pero el maestro lo desconocía. Y comenzaba el experimento con el maestro aplicando esas pequeñas descargas iniciales, e incrementándolas conforme avanzaban las preguntas. El alumno comenzaba a quejarse, a indicar que padecía del corazón, incluso a -aparentar- perder la consciencia. Pero, si el maestro se planteaba parar, era aleccionado por Milgram (u otro experimentador) para continuar, con frases del estilo «Continúe, por favor», «El experimento requiere que continúe» o «Debe continuar».

El 65% de los participantes continuaron hasta los 450 voltios. El 100% alcanzó los 300 voltios (punto en el que el «alumno» dejaba de dar señales de vida). Es realmente terrible que, ante una autoridad, seamos incapaces de cuestionar si lo que hacemos es o no correcto.

Corolario: Es mucho mejor enseñar a pensar que enseñar a obedecer.

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Las torres desmochadas de Cáceres

Si habéis visitado Cáceres os habrá llamado la atención, entre toda la belleza de su casco histórico (todo él Patrimonio de la Humanidad) que las torres de sus muchos palacios no son especialmente esbeltas.

No lo son, pero lo fueron. Y ese achatamiento tuvo su origen en una venganza. Los nobles cacereños apoyaron a La Beltraneja en su lucha por el trono frente a Isabel. Ganó, como sabéis, Isabel (posteriormente La Católica). Y el castigo para los nobles de Cáceres fue, efectivamente, desmochar sus bellas torres.

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