Se llaman firuletes («adornos») ortográficos a esos símbolos o trazos que acompañan a algunas letras, aportando matices que nos ayudan -como mínimo- a pronunciarlas correctamente: «á» frente a «a», «ñ» frente a «n» o «ü» frente a «u» son algunos ejemplos.
Pues bien, existe una palabra que nos ofrece una colección de firuletes (desconozco si es el récord) excepcional. Mirad, mirad:
Su obra me venía interesando desde tiempo atrás, pero tuvimos la oportunidad de admirarla en una exposición en Edimburgo (¡gracias, Marimar! :* )
Ron Mueck, escultor australiano especializado en esculturas hiperrealistas, logra un efecto en el público muy lejano al de la indiferencia. Además del increíble nivel de realismo (hiperrealismo, decíamos) logrado, es necesario añadir el gran tamaño de algunas de sus obras.
Os dejo con dos vídeos que os acercarán a su obra:
Khaby Lame es un creador de pequeños vídeos en los que nos muestra su sensatez para proponer soluciones alternativas y sencillas a otras (soluciones también) más complicadas.
Así, mientras alguien nos indica cómo pelar un plátano con cuchillo, Lame realiza la maniobra con las manos; mientras alguien pela un pepino con los dientes, Lame nos hace una demostración de la asombrosa tecnología que se esconde en un pelador.
En nuestra ruta turística nos vamos hoy a la provincia de León, a la localidad de Valencia de Don Juan. Allí podemos encontrar un castillo formidable que merece la pena ser visitado (preguntad horarios, por favor).
El castillo ha sido restaurado en gran parte, y ahora contiene un interesante museo en el que no solamente se habla del propio edificio y de su interesante historia, de sus asedios y de los ilustres que lo habitaron, sino también de quienes habitaron aquella zona muchos siglos antes de que se pusiera la primera piedra.
En el castillo destaca, sobre todo, su asombrosa torre del homenaje, desde la que no cuesta imaginarse lo fácil que era para los defensores de hace cinco siglos estar pendientes de cualquier posible ataque. Merece la pena observar el bello transcurrir del río Esla desde esta vista privilegiada.
No hablaré en este post de la obra propiamente dicha (obra que no he leído y que incluyo desde ya en mi lista de libros por leer), sino sobre el trabajo que hizo Valeria, una alumna del profesor @JAReyesGuindo.
Se suele pedir a los alumnos que hagan lo que se llama un diario de lectura, un recorrido por el libro (en general, capítulo a capítulo), comentando y citando lo más reseñable. En mis tiempos (finales del siglo pasado) se hacía un comentario de texto, que venía a tener la misma función (no se desarrollaba capítulo a capítulo, sino más globalmente).
Pero volvamos a lo importante. Un diario de lectura, decía, es lo que se suele pedir a los alumnos. Nuestro profesor amplió y actualizó horizontes, dando también la oportunidad de escribir cartas a los personajes o crear una cuenta de Instagram (alabo la creatividad de las propuestas). Valeria escogió escribir una carta a los personajes.
Y mirad qué maravilla:
Hoy me han entregado el trabajo de lectura más bonito que he recibido nunca. Cada vez que lo miro me parece más un regalo que una tarea de clase. ¡Está tan bien hecho que tengo que compartirlo! Desde aquí doy las gracias y mi enhorabuena a Valeria por ser una alumna excelente. pic.twitter.com/U8tj4ZNLHn
Lo cierto es que es una expresión que siempre me ha resultado muy curiosa: viene a significar que si pasa algo positivo (incluso aunque no sea mucho) ya nos conformamos y nos daríamos con un canto (¡una piedra!) en los dientes.
Parece ser que el origen de la expresión se encuentra en esos golpes en el pecho que se daban para agradecer ciertas acciones de los dioses. De esos golpes en el pecho (con piedras en muchos casos) se pasó -al menos, en la expresión- a algo más doloroso: darse golpes en los dientes.
Es imposible desligar la palabra performance de la artista serbia (yugoslava cuando nació) Marina Abramović. Quizá no la más espectacular, pero sí una de las más conocidas, es la que llevó a cabo en el MoMA en 2010: durante ocho horas diarias -los viernes más- permanecía sentada en una silla, recibiendo a los visitantes que quisieran establecer contacto visual con ella.
De Shelby Lessig – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=12134088
Y hay dos comentarios que quiero hacer sobre esa performance.
El primero tiene relación con cómo se preparó Abramović: tuvo que preparar su cuerpo para no necesitar ingerir ni expulsar nada durante esas horas. Para ello estableció un plan de hidratación nocturno: cada 45 minutos (durante la noche) bebía agua, hasta las 6:30, momento en el que se levantaba, se daba un baño y a las 7:00 tomaba su último vaso de agua. A continuación tomaba arroz con lentejas y una taza de té negro. La hora anterior al comienzo de la performance diaria la dedicaba a visitar el baño cuatro veces durante los primeros cuarenta y cinco minutos y a sentarse los últimos quince, esperando al primer visitante.
Durante las semanas que duró la obra no establecía comunicación con nadie, más allá de las personas imprescindibles. Todo es parte de su total concentración en su trabajo.
Mi otro comentario tiene relación con su encuentro con Ulay. Habían sido pareja en el pasado y se cuenta que no se habían vuelto a encontrar desde entonces. Saltaron chispas -de las bonitas- en aquel encuentro. Aquí os lo dejo: