Altisidora y la poesía de El Quijote

Como parte de la historia que nos cuenta Cervantes en su obra maestra se incluyen poesías que pueden pasar desapercibidas, ante la brillantez de la narración en la que se encuentran.

Hace ya unos cuantos años, mi esposa Clara me regaló una obra maravillosa del grupo Espliego, el disco Nunca fuera caballero. En él se pone música a algunas de las poesías del Quijote. Quiero hoy centrarme en una de ellas, el bellísimo romance que Altisidora dedica a Don Quijote:

—¡Oh tú, que estás en tu lecho,
entre sábanas de holanda,
durmiendo a pierna tendida
de la noche a la mañana,
caballero el más valiente
que ha producido la Mancha,
más honesto y más bendito
que el oro fino de Arabia!
Oye a una triste doncella
bien crecida y mal lograda
que en la luz de tus dos soles
se siente abrasar el alma.
Tú buscas tus aventuras
y ajenas desdichas hallas;
das las feridas y niegas
el remedio de sanarlas.
Dime, valeroso joven,
que Dios prospere tus ansias,
si te criaste en la Libia
o en las montañas de Jaca,
si sierpes te dieron leche,
si a dicha fueron tus amas
la aspereza de las selvas
y el horror de las montañas.
Muy bien puede Dulcinea,
doncella rolliza y sana,
preciarse de que ha rendido
a una tigre y fiera brava.
Por esto será famosa
desde Henares a Jarama,
desde el Tajo a Manzanares,
desde Pisuerga hasta Arlanza.
Trocárame yo por ella
y diera encima una saya
de las más gayadas mías
que de oro le adornan franjas.
¡Oh, quién se viera en tus brazos
o, si no, junto a tu cama,
rascándote la cabeza
y matándote la caspa!
Mucho pido y no soy digna
de merced tan señalada:
los pies quisiera traerte,
que a una humilde esto le basta.
¡Oh, qué de cofias te diera,
qué de escarpines de plata,
qué de calzas de damasco,
qué de herreruelos de Holanda!
¡Qué de finísimas perlas,
cada cual como una agalla,
que a no tener compañeras
«las solas» fueran llamadas!
No mires de tu Tarpeya
este incendio que me abrasa,
Nerón manchego del mundo,
ni le avives con tu saña.
Niña soy, pulcela tierna;
mi edad de quince no pasa:
catorce tengo y tres meses,
te juro en Dios y en mi ánima.
No soy renca, ni soy coja,
ni tengo nada de manca;
los cabellos, como lirios,
que, en pie, por el suelo arrastran;
y aunque es mi boca aguileña
y la nariz algo chata,
ser mis dientes de topacios
mi belleza al cielo ensalza.
Mi voz, ya ves, si me escuchas,
que a la que es más dulce iguala,
y soy de disposición
algo menos que mediana.
Estas y otras gracias mías
son despojos de tu aljaba;
desta casa soy doncella
y Altisidora me llaman.

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