Los diez mandamientos del maltrato (sutil) infantil

En los últimos días he tenido la suerte desgracia de asistir a un Máster en Maltrato Infantil Avanzado. Iba a decir que he asistido de forma gratuita pero, desafortunadamente, estas cosas nunca lo son.

Durante el Máster tomé unos cuantos apuntes, y aquí os los copio, para que todos os podáis aprovechar de ellos:

– si el niño llora y usted no entiende por qué, asuma que es un niño que llora por todo y que no tiene motivos para hacerlo. Si alguno de los presentes interviene aportando alguna posible explicación (como que el niño está cansado o no está en su ambiente habitual), ignórelo.

– si es posible, critique sus llantos o gritos públicamente; si además consigue que se una más gente a las críticas, mejor. Así el niño sabrá que sus sentimientos no tienen validez alguna.

– si el niño está jugando con un juguete y usted le da otro juguete a un niño cercano, extráñese si ambos quieren jugar con él y aproveche la ocasión para llamarle egoísta al primer niño.

– repita la frase «hay que compartir» constantemente, de modo que el niño se sienta mal. Da igual que usted no comparta habitualmente en su vida cotidiana; simplemente suelte la frase con frecuencia.

– amenace al niño con enfadarse o con dejarle de querer si no hace lo que usted quiere: de ese modo aprenderá que los sentimientos de los adultos son más importantes que los de los niños y actuará movido por el miedo.

– si el niño se quiere ir de su lado, porque usted lo está agobiando, sujételo con firmeza y déjele claro quién manda. Usted sabe cómo se hacen las cosas, no él.

– diríjase a él con brusquedad; si él hace lo mismo, enfádese mucho con él.

– si el niño le pide algo con suavidad cinco veces, no le haga caso. Si a la sexta grita, ríñale por gritar.

– si ninguna de las estrategias funciona, usted retírele el juguete. Así conseguirá que se «porte bien» para poder recuperarlo.

– si tampoco ha funcionado la estrategia de retirar el juguete, envíelo a un rincón hasta que el niño se aburra. Dígale que piense. No importa que usted no lo haya hecho en los últimos cuarenta años. Quizá esta estrategia tampoco funcione, pero al menos el niño no le molestará.

Estos diez mandamientos se resumen en dos: los adultos siempre tienen razón y los niños siempre son unos chantajistas mimosos.

Gracias, Sonia, por el preciso apunte que me has hecho (recordar que a veces los adultos amenazan a los niños con dejarlos de querer).

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4 respuestas a Los diez mandamientos del maltrato (sutil) infantil

  1. Muchas gracias hago bastantes cosas pero estoy en proceso de ser mejor ser humano porque amo a mi hijos, es sólo que no sabemos como reaccionar.
    Gracias muchas gracias.

  2. Laura dijo:

    Ayer fuimos testigos accidentales de una impresionante, de verdad impresionante, exposición de amenazas por parte de un papá a su hija, que debía tener unos cuatro años. Ambos adultos, mamá y papá estaban en una cafetería y por un momento se despistaron de la vigilancia de su pequeña, que curioseaba por el establecimiento, abarrotado de gente.
    Cuando fueron conscientes de haber perdido de vista a la niña, se lanzaron a su búsqueda frenética, saliendo del local, en la creencia de que la pequeña se habría escapado.
    El caso es que una vez encontrada, el papá la agarró fuertemente del brazo, la sacó a empujones del lugar y comenzó a proferir toda serie de amenazas a la pequeña, que mirándole se reía. «La próxima vez, te rompo la cara» – le decía. «Bueno, no va a haber próxima vez. Esta es la última. Pero la próxima vez te rompo la cara. Tú no sabes la cantidad de gente mala que hay por ahí. Tu madre y yo nos hemos llevado un susto de muerte».
    Y la pobre niña, sólo podía reírse. Imaginad el efecto que su risa causaba en el padre.
    Si me pongo en el lugar de esa niña, veo dos posibilidades: la niña no se ha enterado de nada, porque andaba investigando un poco en su mundo, mientras sus padres pedían el café. Con lo cual no sabrá ni por qué le está gritando su papá. O bien, se ha sentido sola por un momento, no ha localizado a sus papás y al volver a verlos está tan contenta que su alegría le impide atender siquiera a las amenazantes palabras del progenitor.
    Quizás este papá asistió también a este máster…
    ¡qué importante es el sentido común para educar y para ser!

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