Conversaciones entre los primeros

Tímidamente, y sin querer molestar, Dosdeenero se acercó a su vecino Unodeenero y le tocó suavemente el hombro. 

– ¿Qué quieres? -respondió con altivez. 

– ¿Me dejarás ir a mí delante el año que viene?

– No es tarea para cualquiera. A ti te daría vértigo.

Dosdeenero se alejó cabizbajo. Sin saber que, también esta vez, iba a ser el digno heredero del altivo rey. 

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