Como siempre, las situaciones límite son las que sacan lo mejor de nosotros. Junto con enviar dinero, alimentos o ir en persona, cada uno podemos siempre aportar algo. Aplaudo mucho esta iniciativa de la Universitat de València, que ofrece gratuitamente la posibilidad de recuperar las fotos dañadas.
Me gusta especialmente por dos motivos: por recuperar algo de gran valor sentimental y porque es una muestra de que, en aquello en lo que somos excelentes, podemos ayudar mejor.
«Generación de cristal», solemos decir, burlones e insolentes, hacia los adolescentes, desde nuestro absurdo adultocentrismo. Criticamos que se quejen de todo, sin darnos cuenta de que la mayor responsabilidad de esas quejas está en nuestras manos. Criticamos que dediquen mucho tiempo a la tecnología, cuando nosotros no tenemos ni un minuto para dedicarles a ellos (sí a la tecnología, por cierto). Criticamos que nos falten al respeto, cuando en muchas ocasiones nuestra propia vida es una falta de respeto, a ellos y a nosotros.
Desde luego que no son perfectos -¿quién lo es, quién quiere serlo?, desde luego que tenemos mucho que enseñarles -por favor, más con nuestro ejemplo que con nuestras palabras-, desde luego que tienen mucho que mejorar. Ahí estaremos nosotros para ayudar, no para hundir ni insultar.
Pero no escribo hoy para criticarnos a nosotros, sino para alabarlos a ellos. A esa generación maravillosa. De cristal, sí. De cristal transparente y puro tras el que se puede ver un corazón enorme y unas ganas de cambiar el mundo y mejorarlo. Me ha emocionado verlos, aportando su esfuerzo con alegría, ayudando en las terribles inundaciones que asuelan el Levante español.
Muchas gracias, queridos adolescentes.
Para Dani, para sus amigos y para sus compañeros. Para toda esa maravillosa generación. Gracias.
Fotografía de El Español – https://www.elespanol.com/espana/20241103/brindado-ayuda-voluntarios-desplazados-zonas-afectadas-dana-provincia-valencia/898190180_3.html
Estamos en mitad del Atlántico, en el extremo occidental de las Azores, en su isla más pequeña: Corvo. 6.5 kilómetros de largo y 4 kilómetros de ancho.
Su capital, Vila do Corvo, es la ciudad más pequeña del archipiélago. De casas pequeñas y calles estrechas, es la única población de la isla, deshabitada hasta mediados del siglo XVI.
Sus acantilados son realmente sobrecogedores, con 700 metros de vertical sobre el nivel del mar.
Volvíamos tarde. Una luna mesteña, soleada, preñaba las higueras. Andábamos nocturnos, seres fatuos, pespunteados, imperfectos. Simples almas deshuesadas. Alegres como jóvenes caballos rebrincábamos palabras; derrochando, excéntricos. Y un timón de nada lánguida, difuminaba nuestras sombras fundiéndolas con el alba Nuestra luminaria, chispa escasa.
Esta mañana tuve la suerte de que mi adorada hermana dirigiera mis ojos y mi mente hacía estos versos, derrochantes de belleza.
De Fernando – Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=144653558
Solemos decir que en Andalucía no se encuentra nuestro querido arte románico. Cosa lógica, desde luego, porque la época en la que se desarrolla el románico se corresponde con un sur de la península musulmán.
Sin embargo, hoy quiero llevaros a la extraordinaria ciudad de Baeza, conquistada por Fernando III en 1227. Siglo XIII, por tanto. En el siglo siguiente (siglo XIV) -y extendiéndose en el tiempo (hasta el siglo XVI)- se construyó esta bonita iglesia que consideramos tardorrománica.
Se ha especulado que pudiera pertenecer a la Orden del Temple (no hay confirmación de esto); sí sabemos que fue parroquia y luego ermita auxiliar, que «sufrió» una envoltura neoclásica -ahora eliminada-, que en julio de 1936 fue asaltada y vandalizada. En la década de los 1950 fue restaurada y ahora podemos contemplarla.
Y no puedo no mencionar esas pinturas al fresco que se ven al fondo en la fotografía del interior.
De Fernando – Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=144653555
Hace unos meses acudí al centro de salud con un familiar cercano. Al final, acabamos pasando un día de médicos y hospitales (todo fue bien, no os preocupéis). No es este post para contaros de estados de salud, sino para reflexionar sobre el maravilloso servicio que tenemos en España: un total de quince personas nos atendieron personalmente a lo largo de la jornada (sin contar las otras muchas que, indirectamente, trabajaron para que el servicio fuera óptimo).
Y más allá de la calidad profesional, quiero resaltar el buen trato, el cariño, el nivel de atención. Pese a llevar horas trabajando, pese a tener una alta carga de trabajo, en todo momento nos sentimos cuidados y seguros.
Ya que esa jornada de médicos involucró tanto a la sanidad pública como a la privada, me parece un buen momento para destacar no solamente que hay espacio para ambas, sino que se pueden complementar y ayudar para beneficio de todos.
Entre los continentes de Asía y Oceanía, en las cercanías de las islas de Borneo, Java y Filipinas, siguiendo la fosa de Wallace, se extiende la llamada línea de Wallace, que separa dos faunas completamente diferentes (y también la flora, aunque dejando más parecidos).
Nos encontramos a un lado la fauna asiática; al otro, la oceánica. Aunque estamos hablando de dos lugares cercanos y con clima similar, esa diferencia nos habla del pasado terrestre y de dos historias evolutivas separadas.
Este curioso y precioso mapa nos muestra en qué mar desembocaría una gota de lluvia que cayera en algún lugar de Europa -suponiendo que nada le impidiera llegar hasta el mar.
Si la gota acaba en el Oceáno Atlántico -o en alguno de sus mares, como el del Norte, el Báltico o el Cantábrico- se pinta de azul el lugar. Si la gota acaba en el Mar Mediterráneo -o en alguno de sus mares, como el Negro, el Adriático o el Egeo-, se pinta de marrón.