El rey persa Darío estableció que nadie podría orar a ningún dios que no fuese el propio monarca. Como Daniel no se doblegó ante esa norma, fue arrojado al foso de los leones, en donde su oración hizo que las fieras no le atacaran.
Y Pedro Pablo Rubens nos lo cuenta así:
Feliz San Daniel, querido Dani. Que ningún monarca consiga por la fuerza, hacer que renuncies a tus ideas; que los leones, por fieros que sean, se dobleguen ante la fuerza de tus pensamientos.
Viajamos a los Andes; a los andes peruanos, en concreto. Ahí podemos visitar La Rinconada: con sus 5.100 metros sobre el nivel del mar de altitud media, se considera la población más alta del mundo.
En sus cercanías hay minas de oro (posiblemente la causa de la existencia de la población), y es lugar frecuentado por amigos de deportes de alta montaña.
Comparto hoy con vosotros una canción que descubrí gracias al maravilloso programa de Radio Nacional de España (RNE Clásica) Sinfonía de la mañana (recomendado por Belén :*)
Rusia (y la URSS, y todo el este de Europa) han sido siempre lugar de nacimiento de grandes músicos y compositores. Con sus apellidos tan extraños (para nosotros).
El músico Danny Kaye creó esta maravilla, haciendo un recorrido por ese jardín de compositores. Leed y escuchad.
Without the least excuse Or the slightest provocation, May I fondly introduce, For your mental delectation, The names that always give me a concussion, The names of those composers known as Russian.
There's Glinka, Winkler, Bortniansky, Rebikoff, Ilyinsky, There's Medtner, Balakireff, Zolotareff, and Kvoschinsky. And Sokoloff and Kopyloff, Dukelsky, and Klenowsky, And Shostakovitsch, Borodine, Glière, and Nowakofski.
There's Liadoff and Karganoff, Markievitch, Pantschenko And Dargomyzski, Stcherbatcheff, Scriabine, Vassilenko, Stravinsky, Rimsky-Korsakoff, Mussorgsky, and Gretchaninoff And Glazounoff and Caesar Cui, Kalinikoff, Rachmaninoff,
Stravinsky and Gretchnaninoff, Rumshinsky and Rachmaninoff, I really have to stop, the subject has been dwelt upon enough!
He'd better stop because we feel we all have undergone enough!
(vía Musixmatch)
Va este post dedicado con cariño para Belén, que me descubrió Sinfoníade la mañana, y para Manuel, que siempre relacionaré con Mstislav (aunque al bueno de Rostropóvich no lo citan).
Iqbal era un niño pakistaní que, con solamente cuatro años de edad, fue vendido (cedido, se dice) a un fabricante de alfombras a cambio de un préstamo de 600 rupias. Trabajaba encadenado al telar, en interminables jornadas, siendo muy valoradas las alfombras que sus manos tejían.
Cuando tenía diez años consiguió escapar, ponerse en contacto con la policía gracias al sindicato Bhatta Mazdoor Mahaz, y así cerrar la fábrica (el dueño fue condenado). A partir de ese momento, hizo de su vida una cruzada en contra del trabajo infantil.
Ya no temo al patrón, él me teme a mí.
Iqbal Masih
Iqbal quería ser abogado y su labor sirvió para liberar a tres mil niños esclavos. Tras recibir amenazas durante semanas, fue asesinado de un disparo, cuando solamente tenía doce años, en abril de 1995.
No podemos llegar a ser como Iqbal, pero sí podemos rechazar productos realizados por niños esclavos y hacer presión a las marcas para que luchen activamente contra la esclavitud y el trabajo infantil.
Nos vamos, una vez más a la Edad Media, a esos juicios (mezclamos aquí siempre leyenda y realidad) en los que la prueba para demostrar la inocencia era someterse al fuego y no quemarse: una prueba de fuego que podía confirmar culpabilidades o inocencias.
De ahí viene la expresión que tratamos hoy, una prueba definitiva que nos va a confirmar si vamos o no por el buen camino.
No es el autorretrato que todos conocemos del mágico artista del Renacimiento: no es el que alberga El Prado, no es el que alberga el Louvre. Hay que ir a Viena, al museo Albertina, para observar este dibujo realizado a punta de plata en el que cualquier error quedaría expuesto y visible.
Ni es uno de los autorretratos citados, ni tiene su calidad, pero ya se puede ver su dominio de la técnica, los pliegues de la ropa, la finura de sus rasgos, la perfección de su cabello. El niño de trece años que era Albrecht Dürer nos dejó este primer y asombroso autorretrato, en el que ya podemos asomarnos a lo que vendría después.
Hace unos días apareció una pizarra en Melide, un pueblo de Galicia. Con su cuidada caligrafía, con su obligada fecha en la parte superior, con su letra elle (gracias por la observación, Dani).
Me pregunto cómo se sentiría un alumno de hace cuarenta años si apareciera en un colegio de hoy. Me pregunto cómo se sentiría un alumno de hoy si apareciera en un colegio de hace cuarenta años.
Solemos criticar la escuela y el sistema educativo diciendo que no ha cambiado nada (en lo fundamental) en los últimos siglos. ¿Es así? Me atrevo a decir que sí que hay mucha diferencia y que ese alumno al que hacemos viajar en el tiempo percibiría grandes cambios.
¿A quién le costaría más adaptarse, al de hace cuarenta años o al de hoy?
Se me ocurre que el de hace cuarenta años vería algo más difícil la materia y mucho más fáciles los exámenes. Se me ocurre que el de hoy sufriría manteniendo las formas y tomando apuntes.
Y los profesores. ¿Qué sucedería si hiciéramos viajar a los profesores? Pienso que el del pasado tendría que escuchar quejas de alumnos (y de padres) por ser incapaces de tomar nota de lo que el profesor dice. Y diría que el del presente quizá recibiría quejas de padres por cantidad de tareas enviadas a casa. Indico esto último porque tengo la impresión de que a veces los chicos dedican mucho tiempo a hacer las tareas… pero también reflexiono que quizá es más por falta de concentración que por carga de trabajo.