Guiomar, Antonio Machado y Pilar de Valderrama

Aunque hablamos de (mucho) amor, no hablamos de un triángulo amoroso. Guiomar fue musa, aliciente y salvadora de un Antonio Machado que pasaba por la peor época de su vida tras el fallecimiento de su amada Leonor (esto -su relación con Leonor- da para tema de otro post).

Inicialmente y durante años se pensó que Guiomar era un personaje imaginario en el que Machado volcaba su amor, su creatividad, su deseo y su pasión. Pero en 1950, gracias a Concha Espina, se desvelaron unas cartas para Guiomar, que incluían otro nombre más, que se ocultó para la publicación de esas cartas. Desde este momento ya se supo (o supuso) públicamente que Guiomar era alguien real, pero no se sabía de quién se trataba.

Naturalmente, en los corrillos literarios había rumores sobre quién podía ser esta Guiomar; todo se desveló cuando, en el año 1981, se publicaron de forma póstuma las memorias de la poeta Pilar de Valderrama, fallecida dos años antes. El título ya nos dejaba claro el contenido: “Sí, soy Guiomar”.

Hablemos, pues, de Pilar: cuando ella tiene 38 años se entera de la infidelidad de su marido y decide viajar a Segovia buscando distancias y soledades. En Segovia conoce a Antonio y, como no era de extrañar entre dos almas que vibran en sintonías similares, surge el amor. Ella le advierte de que está casada y que aquella relación no debe ir más allá. E inician una amistad enamorada. Se ven semanalmente, en paseos por Segovia o un café en Madrid. Hasta que en 1935 deciden continuar la relación solamente por cartas. Un año después, Pilar y familia se exilian y se van a Estoril. Allí, ya con fronteras cerradas, no hay forma de comunicarse por carta y se termina ese intercambio.

Os quiero regalar, para terminar, un poema que me parece bellísimo, de Pilar de Valderrama, y que creo que refleja perfectamente su sentir, su amar y su vibrar:

Este dolor y gozo que he sentido
es fiel reflejo de mi extraño amor:
que es un placer con mezcla de dolor
y es un dolor que lleva al gozo unido.

Yo hubiera en el momento aquel querido
arrojarme en sus brazos sin temor,
y del dolor y gozo en el temblor
sobre su corazón haber gemido.

Llanto a un tiempo de pena y de alegría:
pena, porque en el alma me dolía
esa culpa de amor que cometí;

gozo, porque en la misma culpa mía
mi feminidad toda le ofrecía,
y con dolor y gozo se la di.

(Al final de este post incluyo unos enlaces: allí podéis escuchar este poema, con la música y la sublime voz de Sheila Blanco, como parte de su disco Cantando a las poetas del 27).

Pilar de Valderrama
https://hemerotecadigital.bne.es/hd/es/viewer?id=41f1de73-0521-4f46-9efd-0ae82644d603
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