Planificación innegociable

Tanto Arturo como yo somos aficionados a la naturaleza; nos habíamos conocido hace poco, pero pronto empezamos a hablar de que teníamos que quedar para hacer una ruta de senderismo. El viernes, al despedirnos en la oficina, quedamos para el día siguiente. Tempranito. A las 8.00 iniciaríamos nuestra ruta.

Y llegó el sábado. A las 7.45 estábamos en la cafetería de debajo de su casa, analizando con detalle el camino a seguir y tomándonos un opíparo desayuno.

Comenzamos la ruta. Los primeros kilómetros fueron bien, pero Arturo estaba cada vez más fatigado. Y a la hora y media de haber comenzado me dijo que no quería seguir. Intenté disimular mi enfado y lo animé. Un poco a regañadientes, siguió intentándolo un rato más. Pero a la media hora se plantó. «No sigo», me dijo. Y aquí ya no aguanté más. «No, Arturo; estamos haciendo la ruta que hemos planificado, tú mismo la sugeriste. Y llevamos dos horas caminando, así que ahora vamos a continuar». Me miró como si no entendiera nada e hizo ademán de dar la vuelta. Lo cogí del brazo e hice que continuara caminando -reconozco que de forma un poco brusca. Y vaya que si completamos la ruta: nos costó un poco más de lo planificado inicialmente y el bueno de Arturo acabó con un tobillo torcido y los pies deshechos. Pero la acabamos. Porque lo habíamos planificado.

Y nunca más volvimos a tener la buena relación que teníamos antes, ni quiso volver a hacer otra ruta conmigo. Y no entiendo por qué.

Esta entrada ha sido publicada en Microrrelatos, Reflexiones, Sexualidad y etiquetada como , , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Time limit is exhausted. Please reload CAPTCHA.