Yo sé, Olalla, que me adoras (de Miguel de Cervantes)

Han terminado de cenar, el bueno de Don Quijote, su escudero Sancho, y los cabreros. Y estos le cuentan que uno de ellos, de nombre Antonio, enamorado de una tal Olalla, toca el rabel y canta. No tuvieron que insistir demasiado al joven pastor que, en cuanto llegó, tocó y cantó. Iba a cantar más, pero el cansancio y sueño de Sancho impidieron que la cosa siguiera. Os dejo también la maravilla interpretación de Espliego.

Qué belleza, ¿verdad?

Yo sé, Olalla, que me adoras,
Puesto que no me lo has dicho
Ni aun con los ojos siquiera,
Mudas lenguas de amoríos.
 Porque sé que eres sabida,
En que me quieres me afirmo:
Que nunca fué desdichado
Amor que fué conocido.

 Bien es verdad que tal vez,
Olalla, me has dado indicio
Que tienes de bronce el alma,
Y el blanco pecho de rísco.
 Mas allá entre tus reproches
Y honestísimos desvíos,
Tal vez la esperanza muestra
La orilla de su vestido.
 Abalánzase al señuelo
Mi fe, que nunca ha podido
Ni menguar, por no llamado,
Ni crecer, por escogido.
 Si el amor es cortesía,
De la que tienes colijo,
Que el fin de mis esperanzas
Ha de ser cual imagino.
 Y si son servicios parte
De hacer un pecho benigno,
Algunos de los que he hecho
Fortalecen mi partido.
 Porque, si has mirado en ello,
Mas de una vez habrás visto
Que me he vestido en los lúnes
Lo que me honraba el domingo.
 Como el amor y la gala
Andan un mesmo camino,
En todo tiempo á tus ojos
Quise mostrarme polido.
 Dejo el bailar por tu causa,
Ni las músicas te pinto
Que has escuchado á deshoras
Y al canto del gallo primo.
 No cuento las alabanzas
Que de tu belleza he dicho,
Que aunque verdaderas, hacen
Ser yo de algunas malquisto.
 Teresa del Berrocal,
Yo alabándote me dijo:
Tal piensa que adora un ángel,
Y viene á adorar á un ximio:

 Merced á los muchos diges,
Y á los cabellos postizos,
Y á hipócritas hermosuras
Que engañan al amor mismo.
 Desmentíla, y enojóse:
Volvió por ella su primo:
Desafióme, y ya sabes
Lo que yo hice y él hizo.
 No te quiero yo á monton,
Ni te pretendo y te sirvo
Por lo de barraganía,
Que mas bueno es mi designio.
 Coyundas tiene la iglesia
Que son lazadas de sirgo:
Pon tu cuello en la gamella,
Verás como pongo el mio.
 Donde no, desde aquí juro
Por el santo mas bendito,
De no salir destas sierras
Sino para capuchino.
De Miguel de Cervantes, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=21931694
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