El navío Paula navegaba, el 12 de junio de 1886, a unos 950 km de la costa de Australia cuando el capitán decidió escribir un mensaje y lanzar por la borda una botella conteniéndolo.
Casi siglo y medio después, en un bonito paseo familiar, Tony Illman encontró una botella. Con un mensaje que le resultaba sorprendente por su antigüedad (no por el contenido en sí, que era meramente técnico: fecha, coordenadas, detalles de la ruta).
Yendo a los archivos se pudo confirmar que, efectivamente, desde el Paula, desde esas coordenadas y con esa fecha, un botella emprendía un viaje que acabaría en las asombradas manos de un hombre que daba un tranquilo paseo con los suyos.
Esa botella formaba parte, junto con otras muchas, de un experimento cuyo objetivo era conocer mejor las corrientes marinas.